jueves, 14 de noviembre de 2013

Los pasos. Los no-caminos.

Las lágrimas duelen más por la noche, asoman afiladas y cortantes, con tanto dolor que casi lloran al rojo vivo.
Las uñas carcomidas, roídas, picadas eran su único alimento. Seguía llorando y nunca tenía sed.

Tenía que hacerlo. Sujetarse las manos para dejar de escarbar en lo más profundo de los recuerdos. Las manos rasgadas, descuidadas, agrietadas, de tanto escarbar en los hierbajos. Tanto las malas hierbas como las margaritas dejaban el mismo sabor triste en la garganta.

Y no quería utilizarla más, ni la garganta, ni el corazón, ni los labios, que desde hacía tanto tiempo habían estado en desuso y sin color.
No besados.
No amados.


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