jueves, 20 de noviembre de 2014

Somos invencibles, pero me derrito otra vez...



Somos irrompibles. Somos invencibles.
Somos seres de hierro, a prueba de balas, a prueba de patadas.

Has pasado por esa calle demasiadas veces, has llorado bajo las estrellas queriendo teletransportarte lejos, a un lugar casi inalcanzable. Esa canción ha sonado demasiado, y sí, solía gustarte. Solía engancharte, siempre a ti más que a mi, siempre fue más tuya que mia. Y ahora sus acordes suenan como un taladro.

Estabas en ese momento, en el laberinto de Alicia, en el símbolo infinito de las miradas pérdidas, viviendo como dos amantes la noche eterna del solsticio de invierno. La noche más larga y fria de tu vida. Esperando como el que espera en el muelle equivocado. Esperando con lágrimas en la cara, sin pañuelos ni abrazos, con el alma desencajada. Y los mensajes de botella verde que nunca llegaron.

Ya sentimos las sístoles y diástoles desquebrajándose corazón abajo, látidos que no son suficientemente fuertes, que no llegan. Almas que no se encuentran. Pensabamos que nos romperíamos, pensabamos que no aguantaríamos. Que no podríamos volver a soportar un sangrado tan intenso. Pero somos los seres de hierro, a prueba de amor en mililitros dosificado, a prueba de las postales que nunca llegaron.

Brotó el otoño de mi vida, a mi vida, y el corazón pronto recordó que eramos indestructibles, eramos invencibles.
Déjame que me cuelgue a tu cintura, agarra fuerte la mia que nos vamos a un lugar. Mis sentidos están soñando, me estoy derritiendo otra vez. Las manos se funden con tu risa, con tu brisa nueva, y me estoy derritiendo, me estoy fundiendo otra vez. Estoy vibrando, todo lo que no dices me llega al alma, todo lo que tus ojos cuentan se mezcla  y me aturde como el vino. Sigamos bebiendo vino, hasta que tengamos los labios tintados, las manos temblando, y sin saber cómo, tambaleándonos lleguemos a casa. Nuestras risas nerviosas te indican el camino hacia mis sábanas, desabróchame la camisa mientras enciendo sin éxito alguno las velas, me miras y nunca hubo tal incendio. Menos mal que te hablo y no me entiendes, pero intuyes y yo sonrío.
Me estoy fundiendo, me estoy  d e r r  i  t   i   e    n     d     o      ...
Otra vez.

3, 2, 1 y... Estoy preparada, para vivir palpitando, para saltar en paracaidas desde el más alto de los precipicios, para bailar sin que firmemos un contrato, para emocionarme y que me lleves por las calles de tu historia, para seguir comprando tickets de avión, pero contigo.  Sin ir detrás de ti, sin ir delante, pero de la mano. Haz las maletas, coge todo lo que no necesitas, y vamos a tirarlas.
Tirémoslas por la ventana. ¿Lo ves? Las maletas tienen alas, vuelan por los aires y se transforman en pájaros blancos. Vemos su vuelo y parece que huele como a Libertad en la ventana.

Hagamos una lista, Camboya, Brasil, San Francisco, La Toscana y Nicaragua. Desayunemos sin agujas del reloj, sin ropa interior. Conduzcamos por la izquierda. Vamos hacia la Luna, que yo te abro las puertas.

Qué bien hueles, No se si te lo han dicho antes.
Qué bien hueles. Hueles como a Libertad.


Cristina RG
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