jueves, 7 de noviembre de 2013

Hache



Cuando se hace la noche, ella se hace Hache.

Hablo sobre la Luna, hablo sobre la mujer Hache. Las dos son la misma mujer: Cuando la Luna se apaga, se funde como los plomos y se queda sin luz; Y no es capaz ya de hablar más, de oir, de ver más allá o gritar. Tan solo es capaz de quedarse alli, sentada.
No tiene fuerzas, solo lágrimas.
Está cansada.
No puede caminar.
No puede respirar.

Una vez alguien le dijo que si se vestía de Hache, gritase fuerte hasta romper las ventanas.
Pero hoy no podía, no quería.
A pesar de que el grito siempre vuelve, ella lo sabía, que el ruido siempre reclama su espacio de manera catastrófica y natural.

Pero esta vez el dolor era grande, esta vez se resentia a gritar. No quería gritar. Y por eso ella solita se hacía muda como las Haches, parecía que no estaba como las haches. Nadie hablaba de ella porque al pronunciar su nombre el sonido se hacia transparente en los labios. Un sutil y transparente susurro. A nadie le importan las Haches, vacias e inertes. Ni siquiera a quien le deberían importar.

Hablo de la mujer Hache. Pasa desapercibida entre las miradas que no se emocionan al verla. Miradas que no la admiran al verla. Miradas que no ven si se trata de ella. Cuando ella esta triste, no hay miradas que la miren con tanta tristeza que no puedan soportarlo, que la cojan de la mano y les digan "Vamos, que te llevo a un lugar".

Y las no-miradas solo generan más tristeza, más cansancio, más condicion de mujer Hache. Más situaciones no aclaradas, no habladas. Más luchas, más peso en guerras que no son para ella, que no esta preparada ni quiere luchar.
Y pasaban los días y el nudo se hacia más grande en su garganta, la necesidad de gritar la rabia y las palabras, la necesidad de llorarlas y desangrarse de dolor. Pero su condición de Hache le impedía gritar. Las Haches no tienen voz, ni grito.

El grito. Lo extrañaba con todas su fuerzas, que sus cuerdas vocales se reconstruyeran de la nada en su garganta. Que renaciera de las cenizas lo inevitable, el grito amenazante con volver, su vuelta caótica reinada por el desorden y estruendo. Que cuando el grito se desvanezca quede la Paz, el orden y el dolor se haya ido.

Ya lo sabía, que era inevitable, y que el grito siempre reclama su espacio de manera catastrófica y natural.


Hoy empecé escribir la entrada mas horrible del mundo. Sacar mis miedos, dejarlos aqui. Y quedarme medio muerta, desplomada, con el corazon arrancado. Ya no quiero que palpite más.
Me has destrozado. Me has matado.
No, técnicamente me he destrozado, yo sola, y he visto en tus ojos que no has sentido ni un minimo resquicio de dolor, de amor. Me has dejado aqui dentro sola, te has marchado y cerrado la puerta de atrás, como un cobarde y sin avisar.


Te he escrito la entrada más horrible del mundo,  llena de dolor y de miedo y de mujeres hache que no quiero que formen parte de mi. Saco todo esto y lo dejo ahí, para ti, para lo que ya no queda de ti. Tu evaporación. No estás. No te reconozco.
No eres.
No estás.


Tampoco yo soy esta ya.

No más hombres que conviertan las mujeres en hache.





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