domingo, 18 de julio de 2010

Tic Tac

La gama de colores permanecía virgen en el cielo. El Sol ardía al rojo vivo, irritado se hacia paso entre las montañas, y bajo ellas, quedaba sumergido en el majestuoso mar. Se deslizaba sigiloso, camino de apagar el interruptor.

Se fundía sin pausa, desprendiendo lilas, rojos, anaranjados, amarillos y verdes hasta que se dilataban sobre los turquesas incesantes de la tela bordada sobre nuestras cabezas, hoy clara, sin nubes.

Atardecer fluorescente. No vuelvas a disfrazarte de rutinarios quehaceres. Para la próxima, guardame una butaca en primera fila.


Desde el acantilado las olas bañaban mis recuerdos que empezaron a rebobinar. Mirando fijamente el horizonte, escuchaba la sal rompiendo en las rocas como un rumor lejano, como si de cantos de sirenas se tratase.

Casi sin avisar, me iba escurriendo en mi atrapante imaginación, me visualizaba egoista, nadando con el mar para mi sola, sumergiendome a la par que lo hacian los rayos, y mis pulmones saliendo diparados a propulsión, cual pastilla efervescente, y una vez en la orilla, que quedase el sabor a jarabe dulzón raspando en mis labios.


El vello se puso en guardía, me encontraba extrañamente sensible y frágil. En carne viva y el simple aire me picaba... Las noches se habían hecho más largas de la cuenta, tanto, que los cubitos de hielo se habián derretido, y pasaban a formar parte de aquel gran azul sublime...




Vacias y a la espera.







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